Hacer conciencia y comprender la trascendencia que tiene, incluir la espiritualidad a nuestro cotidiano, vivir asumiendo que existe un espacio sutil, activado, formando parte del cada día en cada uno, facilita las cosas, somos lo que somos, seres espirituales, ¿sí o no?
Habitamos en nuestro cuerpo, podemos sentir la materia, su masa, su volumen, su dinámica; recibir la actividad intelectual, estudiar nuestra relación con todo eso, nuestro sentimiento, y esa presencia trascendente que es esquiva, que al integrarse el rompecabezas se arma, el instrumento está más listo, se incluye otra dimensión, se alcanza un grado superior de integración, recuperamos la sutileza, el Ser de lo humano.
Trabajar para desarrollar la presencia, para alcanzar alguna cualidad en ella, que sea suficiente para cambiar la frecuencia, para saltar a otro estado, un hombre mejor para el mundo, más conciente, más claro, con más propiedad que alcance a impregnar su contacto con la realidad del grado de objetividad suficiente como para despertar, como para garantizar que realmente ve, que está primero lo primero, que ama a Dios por sobre todas las cosas.
Cuando por alguna vía nos aclaramos y buscamos la presencia del Ser en nuestras vidas, para referirnos a esa actividad fina que nos regala omnipresencia en la vida, nuestra cultura cambia, se transforma, ya lo esencial a cultivar es de otro orden, cambia el proyecto, su naturaleza, se trasciende lo material cuando se reivindica lo sutil, el Yo superior que es Dios en mi, Jesús ya está aquí. Si la presencia espiritual se integra, Jesús vive en mí, me acompaña, llego a su reino, al reino del Padre, al de Todos.
Jesús trató de mostrarnos la ilusión, y nos invitó a recuperar la dignidad. Claro, nos tomamos nuestro tiempo, pero más vale tarde. Él probó que la materia será trascendida, entrega su cuerpo y su alma sigue viva, resucitó.
Trabajar para desarrollar la presencia, para alcanzar alguna cualidad en ella, que sea suficiente para cambiar la frecuencia, para saltar a otro estado, un hombre mejor para el mundo, más conciente, más claro, con más propiedad que alcance a impregnar su contacto con la realidad del grado de objetividad suficiente como para despertar, como para garantizar que realmente ve, que está primero lo primero, que ama a Dios por sobre todas las cosas.
Cuando por alguna vía nos aclaramos y buscamos la presencia del Ser en nuestras vidas, para referirnos a esa actividad fina que nos regala omnipresencia en la vida, nuestra cultura cambia, se transforma, ya lo esencial a cultivar es de otro orden, cambia el proyecto, su naturaleza, se trasciende lo material cuando se reivindica lo sutil, el Yo superior que es Dios en mi, Jesús ya está aquí. Si la presencia espiritual se integra, Jesús vive en mí, me acompaña, llego a su reino, al reino del Padre, al de Todos.
Jesús trató de mostrarnos la ilusión, y nos invitó a recuperar la dignidad. Claro, nos tomamos nuestro tiempo, pero más vale tarde. Él probó que la materia será trascendida, entrega su cuerpo y su alma sigue viva, resucitó.
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