Acerca de las cosas que el hombre puede


Estar…a pesar de lo que me esté pasando
Vamos a entender para estos efectos que el ser humano es la síntesis, la integración del espíritu, del alma, del Yo y su cuerpo.
Cada uno de nosotros puede reconocer esta distinción entre alma y el cuerpo, entre el cuerpo que es sentido…, por ejemplo: usted sentado puede reconocer su espalda, la masa, la materialidad de ella, distinta a la idea de espalda (esta es otra distinción), y así como su espalda, su cara, sus pies, etc. Su cuerpo. Entonces entre este cuerpo que es sentido y usted que lo siente.
Usted que está allí reconociendo la existencia de él, usted que es también distinto a sus pensamientos. Es como si usted fuera el dueño de las ideas, (sus ideas) y el dueño del cuerpo (su cuerpo).
No se si el “dueño” pero si el responsable de ese cuerpo o de esas ideas o pensamientos. Tampoco estoy seguro de si es el responsable, si es que alguien es capaz de responder por su cuerpo verdaderamente, con autoridad, saber de él como para entregar respuestas acerca de él. Bueno, pero si el que lo puede sentir, o no sentir.
Un hombre es entonces el encuentro de uno con su cuerpo, es la integración de ese “uno” (alma, espíritu, Yo) con un cuerpo que ofrece sensaciones, ideas, otros. Cuando usted mira el cuerpo de otro, mira su cara, sus orejas, experimenta algo que es diferente a cuando usted se encuentra con la mirada del otro.
En la mirada reconocemos al otro ahí, tenemos certeza de la presencia viva de otro, sabemos del otro.
Es frecuente observar el temor, la dificultad para encontrarse, para recibir la mirada de otras persona. Perturba que alguien me mire, que nos miremos, queremos pensar y dejamos de mirar al otro, si lo miramos el pensar no fluye tan fácil, es como si se reconociera la presencia de algo muy diferente donde el pensar como que no cabe. Algunos, la mayoría, prefieren refugiarse en sus pensamientos, los menos con el otro. Cuando decidimos mirar al otro nuestras ideas suelen perder su continuidad en la conciencia, se alternan con sensaciones y esto genera una perturbación a esta “quietud”, para muchos deseable. También es cierto sin embargo que esta “perturbación” se acompaña de una vitalidad, una frescura, algo interesante aparece, distinto.
Lo frecuente es que la aparición de estas sensaciones nos lleve a renunciar a ese encuentro y nuestra atención se desvía, no somos capaces de sostener la mirada, no toleramos la presencia de esas reacciones manifestadas en la materialidad del cuerpo y en la abstracción de las ideas.
Cuando ese dueño, ese observador tiene la fuerza, la entereza (capacidad para estar entero), para seguir en su lugar, para distinguirse de esa agitación, cuando la acepta, cuando no se distrae, por ejemplo, pretendiendo cambiarla, cuando no se deja arrastrar por los pensamientos, y asume como lo más importante permanecer en su sitio, le ofrece al hombre, a ese hombre, la posibilidad de organizarse de un modo apropiado, así podrá aceptarse y comprender, ser más libre, ya no tendrá que escabullirse, que evitar, sabrá como sobreponerse a “si mismo”, para hacer siempre, o por lo menos más veces, lo que corresponda hacer.
Esto no es lo habitual.
Un ejemplo: una mujer va hacia su marido, el está viviendo un estado de confusión, en crisis, sufriendo. Ante eso, ella experimenta un impacto doloroso, aparece en su cuerpo un desagrado, y piensa cosas, se da cuenta que a ella no le gusta ver a su marido así, se pregunta si a ella le sirve o no vivir ese momento, si está dispuesta a afectarse así, como se siente, frente al estímulo que es en ese momento ese hombre que sufre, piensa sobre las cosas que ese hombre debería hacer para dejar ese estado y mientras ella atiende lo que piensa, rechaza lo que ella siente y termina por rechazar a su hombre, y lo deja solo con sus cosas, piensa que lo mejor es dejarlo solo.
El hombre por su parte, atrapado en su crisis no ofrece facilidades para que ella se acerque, tan solo ofrece su perturbación, su lenguaje expresa también aquello, parte importante de su crisis consiste en que el también se rechaza, se desprecia, no ha desarrollado la capacidad para acompañarse en un momento así.
Cuando esa misma mujer comprende y se hace cargo de su reacción, cuando se ofrece para sí una actitud que promueve la trascendencia a su reacción, no convertirla en todo lo suyo, cuando a pesar de “si misma” puede establecer un contacto con su hombre, y lo ve y comprende que él no puede y que el necesita, y que ella también necesita de ese hombre, se acercará ofreciéndose, reacción incluida, aceptada, y aceptando el estado de su hombre, abriendo la posibilidad, para incorporar otra categoría de estrategias que faciliten también en el hombre alzarse para aceptar y mirar desde otra altura, e iniciar un operar, un transformar, una redefinición desde, lo malo hacia lo que es, una valoración porque es así, y una utilización de lo dado más allá de si me gusta o no. Algo así comienza, un cambio de criterio, de mirada, de marco de referencia, un optar a desarrollar esta capacidad útil en todas las relaciones, adquirir esta habilidad para saber estar íntimamente con mi posibilidad.

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