El Hombre y el Trabajo




Para aproximarse a esa relación, para dejarse impresionar, leer de algún modo que contribuya, que facilite la comprensión del actual estado de esta relación, es necesario recordar que necesitamos trabajar para vivir, y con esto no hacemos referencia a que necesitamos trabajar-para-ganar-dinero-para-solventar-el-diario-vivir. Nos referimos a que las personas necesitamos desarrollar esfuerzos, ojalá organizados, concientes, para atender nuestra situación, nuestra responsabilidad como organismo vivo, inserto en un Gran Organismo, la Vida, Dios, El Todo. Es necesario recordar que la sintonía existente entre el funcionamiento del Ser Humano y este Gran Organismo, no es todo lo deseable, para Dios ni para el Hombre, y que particularmente la vida de las personas paga costos por este hecho. En este plano el hombre y la mujer prácticamente no trabajan, no tienen incorporado este deber esencial, el de sintonizarse con el Todo, en su proyecto y tampoco, por lo menos de modo oficial, se les instruye formalmente, explícitamente, para su estudio y desarrollo.
Este hecho determina entonces que cuando trabajamos, en el contexto de la cultura “para ganarnos la vida”, desconocemos el hecho que esa vida, cuando la categoría lógica incluye a Dios, ya está ganada. Cuando la cultura soporta la integración de Dios en la vida operativa, concreta, cotidiana, cuando incluye la tarea de cultivar la divinidad presente en el hombre, en ese momento el hombre cambia la categoría de su proyecto, modifica la categoría y la dignidad de su responsabilidad, pone a su servicio otro capital, capital que siempre estuvo disponible, capital que, de acuerdo al nivel de su desarrollo, va facilitando, recreando, la comprensión que le sirve de referencia para ejercer su responsabilidad. Así, el Proyecto de Vida, no se acaba en logros materiales, no se acaba en repetir lo ya inventado, se abre para vivir en una creación impostergable: el cuidado de esta vida ya ganada, el cultivo de la divinidad o trascendencia de la vida propia como parte de LA VIDA toda.
En el marco de un proyecto de esta naturaleza, con esta categoría de objetivos, el esfuerzo que el hombre y la mujer desarrollan a través de sus oficios, para cumplir con sus obligaciones, participar de su responsabilidad social y proveerse de la energía específicamente necesaria para la subsistencia, y que se intercambia trabajo por dinero, en una de sus formas, tal vez la más dolorosa, inevitable y necesaria, pero no la única, en ese marco, este esfuerzo se recrea, se refresca, se revitaliza y se vuelve significativo para contribuir a alcanzar los grandes desafíos del ser humano: su actualización, su individuación, su conciencia, su trascendencia.

Hoy, tal cuál como funcionan las instituciones y nuestro sistema social, económico y cultural, es posible reconocer que los proyectos que le dan trabajo remunerado al hombre, en su gran mayoría no le otorgan un espacio que refleje suficientemente una comprensión del recurso que están empleando, como cuando una máquina que se mal usa por no comprender su potencial, sus cualidades, sus necesidades de mantenimiento; no proponen dinámicas que reflejen una comprensión global y esencial del proceso del cuál forman parte. Entonces la persona sufre por no saber como liberarse, siente el daño pero no visualiza como poder liberarse del compromiso establecido con el orden formal, con el sistema, se obliga, para obtener la energía que requieren sus responsabilidades, mira a través de su entendimiento y su cálculos, y este entendimiento y estos cálculos surgen de su experiencia de vivir sin incluir la confianza en Dios, confianza que entendemos como estar dispuestos a arriesgarnos más allá del entendimiento intelectual, trascender esa barrera que significa soltar lo conocido, no saber, y convertirse en discípulo de la Vida, esa barrera que nos separa de Dios, de una comprensión más simple y directa de la realidad, de la real posibilidad de recibir y soportar primero y revertir después, transformar el escenario en el cuál nos ha tocado desenvolvernos, y llegar a vincularnos de un modo amable, eficiente y armonioso con el trabajo, permitiendo que la subjetividad se perturbe por iniciar una reubicación en el proceso de vivir y de trabajar para vivir.
El diseño actual va acorralando al trabajador, la mecanicidad se va automatizando, la tecnología desplaza en las funciones mecánicas al hombre y lo obliga para que se acerque a funciones creativas, para que tome conciencia que las necesita, las estudie, las comprenda, esta obligación determina para el hombre un trabajo, un esfuerzo, un salto de categoría, asumir el contacto con grados superiores de esencialidad, recrear su identidad para alcanzar su dimensión creativa, y para crear necesita contactos con la vida más frescos y vitales, VIDA misma con la cuál sea posible crear, el salto significa morir voluntariamente y renacer .

Es necesario distinguir las categorías donde existe trabajo, reconocer la trascendencia que tiene una categoría sobre la otra. Cada Ser debe rendir tributo a su condición, y la nuestra es ser Seres Divinos… Podemos asumir que lo somos o que no lo somos y en cada caso los proyectos son diferentes. Si no lo somos, entonces puede llegar a dar lo mismo que las cosas sigan como están. Si lo asumimos y el proyecto del cuál participamos lo integra con intención, la sintonía es una, si asumimos que lo somos y el proyecto no lo integra, el gran proceso de todas formas acontece pero no es lo mismo para la parte que usa la subjetividad como primer referente, y tampoco lo es para el gran proceso…

Queremos ser lo que hacemos, pensamos que somos, finalmente, creemos que somos y que hacemos lo que pensamos… A pesar de ello igual somos lo que somos y eso no cambia cuando cambia lo que pensamos acerca de nosotros o de los otros…

Milton Flores G



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