La Comprensión de la Necesidad y la Categoría en la Respuesta

En la base de nuestro desequilibrio, se encuentra la insuficiente comprensión de nuestras circunstancias, incluidos nosotros.

La respuesta que nos ofrecemos, buscando satisfacer necesidades, se ve comprometida por la recepción insuficiente de un todo. No alcanza para tocar espacios esenciales, que permitan distinguir jerarquías, que faciliten la comprensión, para recrearnos, para saltar de un plan, de un proyecto de vida, a un estar tratando de estar ahora presentes en el momento, descubriendo el secreto que nos ilumina, nos orienta, nos afina y precisa nuestra tarea; la posible, aquella que si se puede hacer y que depende de nosotros.

Trabajar en salud, en educación, estar al servicio; es trabajar en autonomía, en conducir hacia la conquista de la propia riqueza; es avanzar en el darnos cuenta que tenemos que apelar a nuestros propios recursos, que están, aunque los ignoremos.
Un primer paso, es recuperar la conciencia de la masa, del peso, del volumen. Un primer paso es conseguir que una función sutil, como la del Yo, se desarrolle desde más allá del ego; que podamos experimentar la categoría de cuando estamos instalados en aquella posición, que permite el registro de la actividad corporal, de la actividad intelectual, de ambas, de lo emocional; y paulatinamente distinguirnos, como sujetos concientes de esta apertura.
Así se puede pretender recrear todo, surgen distintos, cambio de frecuencia; se hace posible escapar de un proyecto inconducente que pretende administrar el todo, desde una parte; para llegar a algún grado superior de funcionamiento, que integre categorías de información más plena, que nutra las oportunidades. Dejar de hacer aquello que no, y abocarse con más interés en aquello que sí.
Esto es un proceso, las herramientas para soportar una presencia más vital, se van adquiriendo según los méritos.
La dependencia, el uso obligado de amortiguadores de la realidad, surge en ausencia de la capacidad para mantenernos dignos frente a las distintas intensidades, profundidades, amplitudes que experimentamos en nuestra vida.
Especialmente personas dotadas de sensibilidad, que somos todos en realidad, sin embargo; algunos logran grados de adaptación que neutralizan la fricción, la insatisfacción, pero otros quedan expuestos a soportar el todo sin las habilidades necesarias para esta exigencia; saben más de su vida de lo que son capaces de administrar y esta insuficiencia los somete a dinámicas que no dan cobertura, que no incluyen suficiente de lo esencial para alcanzar la gracia, en algún grado, para cristalizar una firmeza, en una altura que proteja contra la tentación, contra la necesidad urgente de una parte, que arrastra al todo hacia una respuesta que no considera suficiente del sistema, que lo desestabiliza, que lo traiciona.

Despertar una dimensión nueva en la vida, un espacio de sutileza, que surge producto de un esfuerzo, de un entrenamiento, obligar libremente a recibir un brote a través de la práctica. Es necesario generar una experiencia que por si misma transforme una acción, un movimiento, una vitalidad conciente, que dé contexto para otra significación, otra lógica, otro proyecto.
Cuando el encuentro con más de nuestra vida ocurre, cuando ante nuestra sorpresa, brota una dimensión más integrada de la vida, cuando nos instalamos fuera del ego; se abre la posibilidad para sentir a Dios en nuestra vida, para integrar Dios en nuestro cotidiano, cultivar a Dios en nuestro espacio, desarrollar la sutileza, la espiritualidad, el Yo superior, que es Dios en mi.
Tengo a Dios en mi, sin contexto es sicótico, pero es así, somos en esencia creaciones de Dios, partes del Todo, que perdidos en la ilusión, nos desentendemos de nuestra condición esencial.
Por no pecar de soberbios no penetramos el estudio sobre una propiedad que es funcionalmente significativa para el Desarrollo Humano, que libera, que efectivamente resulta en una salvación.

Milton Flores Gatica
2007

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