Sólo en la medida que el hombre se exponga una y otra vez a la aniquilación del ego, puede surgir dentro suyo aquello que es indestructible. En esto reside la dignidad de atreverse.
Por lo tanto... el propósito de la práctica no es desarrollar una actitud que le permite al hombre adquirir un estado de armonía y paz donde nada pueda perturbarlo, por lo contrario, la práctica debería enseñarle a permitirse a si mismo, ser asaltado, perturbado, movido, insultado, quebrado y criticado, es decir, debería dejar ir esa añoranza inútil después de la armonía, dejar la pena y la vida confortable para poder descubrir, peleando con las fuerzas que se le oponen, aquello que lo espera, más allá del mundo de los opuestos. Primeramente debería tener el coraje de enfrentar la vida y de encontrarse con aquellas cosas más peligrosas en el mundo.
Cuando esto es posible, la meditación en si misma, se convierte en el medio por lo cual aceptamos y damos la bienvenida a los demonios que surgen del inconsciente, un proceso muy diferente del de la práctica de concentración en un objeto como forma de protección contra esas fuerzas.
Sólo si nos aventuramos repetidamente a través de zonas de aniquilación, puede ser fijo y estable, nuestro contacto con el ser divino que está más allá de la aniquilación del ego.
Cuanto mas completa y totalmente aprenda un hombre a enfrentarse con el mundo que lo amenaza, con el aislamiento, más le serán reveladas las profundidades del ser y la apertura a las posibilidades de una nueva vida.
La meditación…. es el método que te ayudará a ir a través del caos, a través de la noche oscura del alma, equilibrado, disciplinado… alerta."
K. G. Durkheim